miércoles, 12 de febrero de 2014

Escuela à la Finlandaise




Finlandia es una nación de menor extensión territorial que Paraguay, y con una población aún menor -5.4 millones de habitantes al 2012- sin embargo posee uno de los estándares más altos de vida y de educación. Por supuesto, deben considerarse otras diferencias significativas, como  la salida al Mar Báltico y las temperaturas glaciares, pero esto último no ha sido impedimento alguno para crear y sostener una de las sociedades más avanzadas a nivel mundial.



Finlandia y los demás países nórdicos poseen en común un modelo económico que combina una economía de mercado con un sólido Estado de Bienestar que garantiza plenamente los derechos humanos de sus ciudadanos. Esta combinación acertada permitió que esta región quede indemne a la debacle económica que afectó a los demás países desarrollados tendientes a una economía más desregulada; países que delegan la garantía de los derechos de sus ciudadanos a las fuerzas del mercado antes que a la acción social.

Sin embargo, uno de los logros más celebrados de la sociedad finlandesa ha sido el de alcanzar un sistema educativo que ha granjeado el asombro del mundo entero, rompiendo mitos y estableciendo un nuevo paradigma. Un paradigma más respetuoso del niño como individuo y potenciador de su propio proceso formativo, pero sin dejar de proporcionar una sólida red de contención parental y social. Un modelo que no es competitivo sino colaborativo, opuesto al de países asiáticos como Corea del Sur y Japón, que generalmente también encabezan los rankings de países con mejor educación.

El renombrado Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes o Informe PISA arroja anualmente  un listado de los países encumbrados, que evidencia el posicionamiento de Finlandia entre los 10 mejores durante varios años consecutivos hasta la actualidad. 

Ahora bien, ¿qué podemos aprender del país escandinavo? En primer lugar, la importancia de la familia como matriz educativa en la vida del niño. El Estado de Bienestar suministra un importante apoyo a los padres para que éstos puedan compaginar la vida laboral con la familiar. Las guarderías son gratuitas o, en todo caso, el Estado puede subsidiar a los padres para que éstas cuiden de sus hijos en la circunstancia de no desear los servicios de una guardería. Asimismo, los servicios sociales proporcionan a los recién nacidos un paquete de maternidad con ropas, una caja, pañales y otros productos. Pero, igual de importante, cada niño recibe un conjunto de libros como obsequio para comenzar la relación con la lectura desde la cuna, literalmente.   

Los niños no asisten a la escuela sino hasta los 7 años, puesto que los primeros años de vida son considerados como los más importantes en el desarrollo humano. El juego, el descubrimiento, la curiosidad y el amor de la familia son estimados más importantes que una escolarización prematura, pasiva y competitiva como la del modelo asiático. 

El financiamiento de la educación es también un aspecto clave. Todas las escuelas son gratuitas, sean estas públicas o privadas, aunque el número de escuelas privadas es ínfimo.

El éxito de sistema finlandés estriba en dos pilares fundamentales: el primero es considerar a la escuela sólo como uno de los de los tres engranajes que proporciona educación, siendo los otros dos la familia y la sociedad. Este enfoque desmonopoliza la presión sobre la escuela, un mito muy perjudicial que poseemos en Latinoamérica, y brinda una noción más holística de lo que significa la educación y la cultura. 

El otro concepto es la alta estima de la profesión docente a la que sólo se accede tras estudios de posgrado. El prestigio del docente es reconocido socialmente y es una profesión altamente remunerada por ser una ocupación de alto valor para la comunidad. 

Por supuesto, no podemos considerar a la educación como un hecho aislado en la sociedad finlandesa sin tomar en cuenta las instituciones y la cohesión social que ha desarrollado el país. Un país donde abundan las bibliotecas públicas densamente concurridas, y donde las familias han hecho de ellas parte de su tradición.
Es por todos estos factores previamente citados que Finlandia, gastando menos en educación que sus pares desarrollados y con menos horas de clases, consigue una calidad ampliamente superior al resto. 

Es hora de que Latinoamérica, en general, y el Paraguay, en específico, dejen de contemplar a la escuela como el único eje de la educación. Es verdad, nuestras escuelas necesitan mayor financiamiento, pero con más dinero solamente no solucionaremos el gigantesco problema del analfabetismo funcional imperante. 

La profesión docente debe replantearse y por sobre todo,  debemos instaurar un Estado de Bienestar acorde a nuestras condiciones, para construir una sociedad solidaria y amiga de la educación. Es que hay cosas tan importantes, como la educación, que no podemos librarla a la incertidumbre del lucro.