martes, 2 de junio de 2015

REDES SOCIALES: ¿Ágoras o Coliseos modernos?

El ágora en la Grecia Antigüa era el centros neurálgico de la polis , allí donde los ciudadanos convergían cotidianamente y entablaban relaciones. En las antípodas, y siglos posteriores, surgió el Coliseo, en donde los romanos disfrutaban de sangrientos escenarios brindados por el Emperador, para fines no tan constructivos.




Es inconcebible despertar un día y vernos limitados al contacto humano disponible solo al alcance de nuestros sentidos: así vivían nuestros padres, y así fue conformada la historia de la humanidad. Los humanos hemos llevado milenios contactándonos sin instrumentos mediatos que permitan la instantaneidad, y -lo que es más asombroso- la ubicuidad.

En un década hemos vencido siglos y milenios de costumbres que regían nuestras relaciones interpersonales. Y el panorama se ve incierto. El hombre, zoon politikon, animal de la polis y del lenguaje, encuentra hoy en día que la polis es el mundo entero, disponible a través de unos clicks y unos insignificantes tecleos. Mas ¿eso nos ha vuelto ciudadanos del mundo?

Por el otro lado, la figura del Coliseo. La cúspide del entretenimiento vacuo y origen de la expresión “panem et circenses” (pan y circo), en donde los antiguos emperadores latinos se deshacían en dadivosos espectáculos sangrientos para distraer a la plebe. ¿Son las redes sociales Coliseos digitales donde, bajo la tutela de los actuales “emperadores”, acudimos la plebe para alimentarnos y retroalimentarnos de las funciones, repletas de morbo, que nos arrojan los dueños de los modernos circos?

Michael Parenti -analista político y de medios de comunicación  e historiador estadounidense- señaló en su discurso en el Evergreen State College del 2012[1] “Lo único que les importa a ellos es lo que estás pensando”. No lo que comemos ni las demás acciones accesorias del día. ¿Quiénes son ellos? Los que deciden sobre qué hablamos. ¿Cuál es la frase que utiliza Facebook para invitarnos a postear? Exactamente: ¿qué estás pensando?

Facebook es definitivamente la personalidad del nuevo siglo -si pudiéramos personificarlo, por supuesto-. Es la red social reina a la que luego siguen Twitter, Instagram y LinkedIN. El -ahora- mito nos señala que surgió de la mano de un joven héroe que abandonó la universidad y emprendió un periplo sin parangón que lo volvería multimillonario y famoso: Mark Zuckerberg.  Tal es el relato monomítico repetido por doquier y hasta inmortalizado en Hollywood.

No nos podemos quejar de este invento surgido hace una década. Esta red hace maravillas impensables: nos permite retomar el contacto con personas que se nos extraviaron con los años. Acerca familias, amigos, conocidos y contactos de toda índole. Nos da la ilusión de cercanía y sincronía con aquella porción de la humanidad que hemos conocido o hasta deseamos conocer. ¿Cómo sería comentarle este fenómeno a alguien de principios del siglo XX?

Mas Facebook es un monopolio. Ha adquirido aproximadamente 50[2] empresas en sus pocos años de existencia, pero no solo eso, sino que detenta una gran cantidad de datos. La pregunta clave es: ¿cómo un sitio de uso gratuito ha convertido a un joven de 30 años en el Rey Midas? Lo cual nos remite a: ¿quiénes pagan por estos datos y para qué fin?

Más allá de las respuestas, ¿cómo nos comportamos los usuarios en estos recintos virtuales? ¿Las empleamos como verdaderas ágoras, constructoras de ciudadanía y civilización? ¿O caemos en lo narcótico, catártico y espectacular del Coliseo?

Los islandeses sí han sabido emplear estas redes -en medio de sus limitaciones- como herramientas de genuina acción positiva en su país. “Las redes sociales han transformado nuestras instituciones democráticas de tal manera que lo que tiene lugar en las instituciones más tradicionales del poder – el Congreso, los ministerios, incluso la Casa Blanca y el gabinete de mi país- se ha convertido casi en un espectáculo secundario” afirmó el presidente islandés Olafur Ragnar Grimsson a la CNN[3]. Islandia echó mano a las redes sociales para la redacción de su constitución, en el 2011[4].

En 10 años, chateamos más en vez de hablar. Nuestros hábitos sociales se han trastocado al punto de vivir pegados a los teclados y a los smartphones para iniciar y mantener todo tipo de relaciones. Sin embargo, ¿podremos trasladar eso al ámbito político? En el contexto “microsocial” las redes supusieron una revolución. ¿Podrán hacer lo mismo en lo “macrosocial”? Tal parece que aún no. A pesar del ejemplo islandés, la democracia digital o e-democracy es aún tímida y marginal.

Aún no hemos sabido construir ágoras desde las herramientas actuales. Esta humilde y falible observadora aventura que, en gran parte, somos asistentes al Coliseo. Un Coliseo boyante en catarsis incoherentes, culebrones, morbo y opinólogos estériles que no ha sabido estructurarse en un ágora funcional a las necesidades de crecimiento y realización del individuo y de la sociedad.




[1]http://seattlecommunitymedia.org/node/158478
[2]http://www.unocero.com/2014/03/30/el-monopolio-de-facebook/
[3]http://mexico.cnn.com/tecnologia/2011/10/22/las-redes-sociales-han-transformado-al-gobierno-presidente-de-islandia
[4]http://www.publico.es/internacional/islandia-redes-sociales-redactar-constitucion.html