sábado, 28 de febrero de 2009

Entradas de Diario

Aquí estoy, comenzando una entrada subjetiva, sumergida en mi microkosmos. No quiero salir. Pero mi voluntad es aún más fuerte que yo. Yo me venzo a mí misma.
Todo ha sido doloroso... desacostumbrarme a la presencia física y tangible de aquellos a quienes amo y que al despertarme, el techo sea distinto y mis manos no toquen lo que recuerdo.
Dolor, dolor... será lo que sentirá la oruga al convertirse en mariposa. Dolor es lo que a las féminas nos acostumbramos desde la pubertad.
El dolor es un instrumento de lo sublime, que me obliga a trascender la esfera de lo inmediato y verlo todo, desde un plano quizá superior.
Cómo no olvidar la voz de Pablo, que te dice que todo está bien -cuando en realidad no lo está, pero su palabra es mágica- y los silencios compartidos que vivimos. Imposible superar las lágrimas de Lara, que me desbordan por dentro. Las conversaciones sarcásticas con Vago -que dicen todo valiéndose de aparentes divagues-. Las llamadas nocturnas de Vania que me hacían contemplar las noches desde mi hamaca.
La agenda mental que me recordaba cuándo debía ir al cpj en mis intentos de aprender japonés, y todo cuanto pude encontrar en ese lugar... todo.
Pequeñas magias, colores diversos que se han fungido en mí.

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