domingo, 15 de febrero de 2015

El invasor de mis entrañas (microrrelato)



En mis vísceras zarandeaba el infame parásito. Su andar en mis entrañas me restaba la vida. Entre agitaciones y súbitas fiebres veía como mi cuerpo despedía el carmesí que contenía mi aliento. ¡Aquél dolor indescriptible, el sentir pleno de la existencia desde el padecimiento más infame! Todo movimiento era como ser atravesado incontables veces por el puñal más contundente. Entre gritos deshacía mi voz, y mi garganta, seca, clamaba desde la náusea por la venida inminente de la Parca.
El mundo se me volvía a oscuras, y desde mi cama contemplaba cómo esta máquina de carne raída se apagaba lenta y tortuosamente hacia la nada. Yo solamente deseaba regresar a la insignificancia. Contemplé mis manos, pesadas y verduzcas mas recubiertas de mi propia sangre, y vi como no era sino simple y frágil animal... un intento fallido de la naturaleza por vencerse a sí misma. Y allí acometió, el último grito. El ser se abrió de entre mis pulmones y lo vi.
La naturaleza me miró, y la vista se me fue en el vacío infinito del que jamás habré de salir.

domingo, 8 de febrero de 2015

La Narcodistopía o la realidad nuestra de cada día




¿Nos conducen el fenómeno del narcotráfico, y su vástago el crimen organizado, hacia una nueva definición de Estado o hacia la aniquilación de éste?


“Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el territorio es el elemento distintivo) reclama con éxito para sí el monopolio de la violencia física legítima” arremete Max Weber en “La Política como vocación” (1919). Una definición como ésta, ante los acontecimientos actuales, ya ha quedado completamente desmentida. Weber habla aún desde un contexto optimista ante esta entelequia política, no obstante, el siglo ha desvelado verdades sombrías que nos presentan un panorama más incierto y menos esperanzador.

Los Estados ya no poseen el monopolio de la violencia. América Latina se debate en su seno contra diversos carteles del narcotráfico que exhiben un poderío militar y económico superior al de sus propios gobiernos. Estas mafias han destrozado el contrato social en que se asienta el edificio ideológico estatal puesto que ellas mismas llegan a cobrar “impuestos”. Es harto sabido que estas organizaciones imponen el pago de una cuota mensual en diversas locaciones, con el fin no solo de sustentarse sino de obtener el sometimiento de la gente.

México es el paradigma del Estado quebrado, ya seudo-Estado, en donde el creciente y prepotente imperio de la muerte hace que sea 'normal' encontrarse con cadáveres colgando de viaductos durante la cotidianeidad. Ni qué hablar de la desaparición forzada de los estudiantes de Ayotzinapa. En Paraguay no vivimos en una burbuja: este país desde hace décadas padece el cáncer del narcotráfico y su poder, que se ha trasladado en antecedentes (y presentes) de la esfera pública y privada. En el 2014, tres periodistas de este país fueron asesinados a manos del crimen organizado: Edgar Pantaleón Fernández Fleitas, Fausto Gabriel Alcaraz y Pablo Medina (junto a su asistente Antonia Almada).

El prefijo “narco” es utilizado hoy en día ad nauseam ante cualquier sustantivo. Hablamos de narcomodelos, narcoautos, narcopolíticos, narcoartistas, etc. No hay esfera de la vida que no esté gobernada prácticamente por los “patrones del mal”. En lo público, ya no solo influencian sino que ocupan altos cargos. En lo privado, lavan dinero y distorsionan el mercado haciendo imposible el comercio justo.

Hace 3 días, el 26 de enero, amanecimos con la noticia de que el departamento de Amambay tiene una de las tasas de homicidios más altas, no de la región, ni siquiera de América Latina, ¡sino del mundo!1 Honduras aún nos sigue ganando en esa lúgubre estadística.

Ante este embrollo dantesco, que no debe envidiar a ninguna ficción distópica, ¿qué ocurrirá con el Estado? ¿América Latina vivirá en pocos años la realidad africana, donde los Estados-Naciones son fantasía y en donde los que en realidad mandan son los señores de la guerra? ¿Será la legalización de las drogas, como muchos políticos pregonan, la panacea a este exterminio humano y barbarie? ¿O la legalización simplemente devendrá el delito de narcotráfico en contrabando y blanqueará fortunas?

Las interrogantes son muchas, infinitas, pero son el mejor comienzo para crear sentido de esta situación y esbozar la mejor salida posible. Lo que sí parece obvio, al menos a esta humilde y falible observadora, es que es necesario reformular el Contrato Social. Crear un nuevo Contrato Social a la altura de los tiempos. Las teorías sociopolíticas, hijas del romanticismo y la revolución industrial, ya son inútiles ante estas realidades.

Contrato Social, Estado y Democracia son conceptos que urgentemente necesitan nuestra atención o de lo contrario seremos engullidos en una vorágine de exterminio y decadencia.



1http://www.ultimahora.com/la-frontera-paraguay-brasil-tiene-una-tasa-homicidios-cercana-la-peor-del-mundo-n867220.html

Publicado originalmente para el portal de noticias alternativas Tererecast

domingo, 1 de febrero de 2015

De sueños

Mis sueños son imposibles de reproducir de manera alguna. Pero haré el intento, aunque sea haré que mis palabras bordeen el recuerdo y trataré que no sea tanta la injusticia.

Sueño muy frecuentemente con lugares, paisajes, recintos, construcciones. A menudo mis sueños incluyen sensaciones como tocar el viento o caminar como buceando, sumergiéndome en el horizonte o en alguna ciudad. Otras veces, mis sueños se detienen en música que simplemente decoran lugares inmóviles.

Hoy, domingo, me impresionó un paisaje, como una extensión de pasto negro en medio de un pasto imposiblemente verde, que se acostaba en mí. Y el cielo, violeta, me cubría con una brisa que olía a flores. Quería penetrar en el cielo, y desplazarme tocando el pasto, recogiendo especialmente aquél que era negro. Las nubes grises se asomaban y el ritmo del viento recorría esa escena. El pasto se elevaba y yo quería seguir subiendo, pero recordaba que debía volver con mi grupo de amigos que me esperaba en lo que era una antigua estación de tren devenida en pub. Volví corriendo hacia ellos y allí en la estación, en lo alto de una colina, nos paramos juntos a sentir el estrépito del viento en nuestros rostros y a contemplar la línea del hermoso pasto negro.

Quizás la construcción más bella e imponente que recuerdo de mis sueños es la de una catedral majestuosa que tiene niveles subterráneos. La he soñado varias veces. En la última vez hubo un concierto sinfónico, en el segundo subsuelo. El exterior de la construcción es de un mármol imposiblemente blanco que se alza por encima de las nubes. Una plaza gigantesca lo antecede, y allí un montón de personas siempre se pasean. Yo no hago más que acostarme en el piso e intentar perseguir la extensión de la catedral en los cielos.

No existirá pintor o director cinematográfico que recree mis sueños con el detalle con los que vivo y siento. Y a veces, sueño tantas veces los mismos lugares, que ya los conozco y me desplazo en ellos a sabiendas. Capaz deba armar ya planos de tales lugares.

Continuará.



Postal 2





- Y a tu mujer, ¿desde hace cuánto la esperas?
- Desde que recuerdo estar despierto. 
- ¿De dónde vienes?
- Vengo del mismo lugar adonde voy
- ¿Y dónde es eso?
- No lo sé aún. Señorita, si puede hacer silencio así puedo escuchar la voz de ella en mis adentros. Quiero detenerme en la memoria de sus ojos, que se me detuvieron vidriosos. En ese momento sentí cómo el calor de su existencia se resquebrajaba en un último abrazo.

Postal 1



Postal 1



Otoño se sentía entre el vestido y una maleta disimulaba la vacuidad de sus adentros. La maleta era la única posesión de la mujer ignota. 
"Si sigo las vías del tren, éstas me llevarán y me perderán en el horizonte con ellas" Lo que ignoraba la mujer es que esas líneas superpuestas al suelo traen un estrépito consigo. 
Cuando la mujer escuchó la llamada, volteó y vio a su compañera, la mole que se deslizaba hasta alcanzarla, con violencia y fragor. "Y es esta la señal. Es aquí cuando me voy".






Relato de un sillón testigo



El sillón estaba abandonado mientras el inerte humano que lo acompañaba desperdiciaba su vida como rutina. Todos los días, durante horas, el viejo desangraba sus postreros segundos en pos de esas monótonas fantasías, contenidas en una extraña caja.
La señora no hablaba. Tan solo dejaba abandonado al enajenado anciano y se ocupaba de alguna que otra labor, desconocida, en el recinto de al lado.
El sillón esperaba, abrazando polvo y escuchando el silencio. Y un día, el mueble consciente, escuchó por primera vez la voz de la mujer. La sordera ambiental se agrietó súbita y suavemente. El timbre de aquel sonido engarzaba amargura, soledad y un halo de malicia.
-Toma esto, le dijo la canosa mujer al viejo, siempre prendido con la caja que tenía en frente.
El viejo sorbió la bebida que la mujer le había alcanzado, sin prestar siquiera atención al contenido de la taza. La maciza señora se retiró silenciosamente del departamento, llevaba consigo algo que el mueble no podía distinguir.
Minutos después, los brazos del hombre se desplomaron. Sus ojos se tornaron blancos y comenzó a moverse como serpenteando. Cayó de la silla y allí dio una extraña y violenta danza que luego lo dejó parsimonioso. Se quedó allí, como clavado. Como un mueble más.
La caja seguía farfullando y el sillón contemplaba la nueva posición de su compañero. Salvo su extensión en el piso, no había ninguna diferencia.