sábado, 27 de abril de 2013

The God Complex - Doctor Who

El año pasado comencé a ver Doctor Who, desde la nueva serie (a partir del 2005). Una de las mejores series que vi en mi vida, si no la mejor.

El Doctor, el alienígena de rostro cambiante, personalidad nunca fija, con un enorme complejo de Dios. Nunca reveló su verdadero nombre (al menos hasta ahora), a lo mejor porque sabe que las palabras que empleamos para designar a las personas no hacen más que limitarlas y delimitarlas. El Doctor está más allá de la definición conceptual, y es un simple loco, un optimista desquiciado, un niño viejo que juega con la eternidad, un humanoide que se divierte simulando ser (¿o efectivamente siendo?) como un dios.

¿Por qué lo de dios? Porque rompe reglas y crea nuevas, salva vidas y galaxias, altera la historia a su capricho, se crea a sí mismo un mito que pervive en infinitas culturas en diferentes tiempos y lugares del universo, interviene frecuentemente en los asuntos humanos, entre otras acciones. Y lo más importante de todo: es inmortal. El Doctor, al morir, solamente cambia su aspecto físico y su personalidad, se "regenera". Atributos más bien de un semidios antes que un simple alienígena bonachón.

El Doctor viaja por todos los tiempos y lugares en el espacio, disfruta de un eterno ocio y de un estilo de vida lo más libre, gracias a la TARDIS, su medio de transporte viviente que asumió para siempre la forma de cabina de policía británica. Está demás decir que es mucho más grande por dentro que por fuera.

Podría discurrir muchísimo más acerca de la supuesta divinidad del Doctor. Pero ahora me conformo con reunir unos cuantos dichos de la serie a partir de la 5ta temporada (series 5), donde debuta Matt Smith en el papel del Doctor. Este (el 11avo) es el mejor Doctor hasta ahora.


"A good man goes to war" (S06-E07) El Doctor, un pacifista convencido y enemigo de las armas, se ve obligado a declarar la guerra y armar un ejército.



Demons run when a good man goes to war
Night will fall and drown the sun
When a good man goes to war

Friendship dies and true love lies
Night will fall and the dark will rise
When a good man goes to war

Demons run, but count the cost
The battle's won, but the child is lost

"The Big Bang" (S05-E13) El mejor final de temporada (y la mejor temporada) que haya visto en mi vida.  Una trama perfecta y bellamente escrita, con una complejidad y sencillez maestra. Es un genio Steven Moffat.  Abajo está la pequeña escena en donde el Doctor, temiendo desaparecer para siempre, revela cómo realmente se ve a sí mismo.

 "It's funny. I thought if you could hear me I could hang on somehow. Silly me. Silly old Doctor. When you wake up you'll have a mom and dad. And you won't even remember me. Well. You'll remember me a little. I'll be a story in your head. That's okay. We're all stories in the end. Just make it a good one, eh? 'Cause it was, you know. It was the best. The daft old man who stole a magic box and ran away. Did I ever tell you that I stole it? Well I borrowed it. I was always going to take it back. Oh that box. Amy, you'll dream about that box. It'll never leave you. Big and little at the same time. Brand new and ancient and the bluest blue ever. And the times we had, eh? Woulda had. Never... had. In your dreams they'll still be there. The Doctor and Amy Pond. And the days that never came. The cracks are closing. But they can't close properly 'til I'm on the other side. I don't belong here anymore. I think I'll skip the rest of the rewind. I hate repeats. Live well. Love Rory. Bye bye, Pond."



 River Song, la mejor contraparte femenina para el Doctor

"Trouble is, it's all back to front. My past is his future. We're traveling in opposite directions. Every time we meet, I know him more, he knows me less. I live for the days when I see him, but I know that every time that I do he'll be one step further away. The day is coming when I'll look into that man's eyes, my Doctor, and he won't have the faintest idea who I am. And I think it's going to kill me."  The Impossible Astronaut (S06-E01)




A Christmas Carol (Season 5 Christmas Special)

Child:: There's no such person as Father Christmas!

The Doctor: Oh yeah? Me and Father Christmas, Frank Sinatra's hunting lodge. 1952. See him in the back with the blonde. Albert Einstein, the three of us together. Vroom! Watch out! Okay? Keep the faith. Stay off the naughty list. 


The DoctorWho's she?
Old man: Nobody important.
The Doctor: "Nobody important". Blimey, that's amazing. D'you know, in 900 years of time and space I've never met anyone who wasn't important before.



Y mi frase favorita, de toda la serie. está en el episodio 6 de la 6ta temporada ("The Almost People")


Espero vivir de acuerdo a esta máxima, por más ingenua que parezca. 
Todo lo grande nace de la pureza. 

Hasta pronto!

lunes, 22 de abril de 2013

El tiempo, las relaciones interpersonales y el verdadero amo de la humanidad.



Cuántas relaciones se desgastan por la falta de tiempo, se marchitan para luego morir lenta e imperceptiblemente en el silencio.

Es el tiempo el mayor condicionante para sostener relaciones. Para entablarlas no es necesario, sólo bastan las coincidencias y el azar de la vida para encontrarnos con gente más o menos afín, personas con las cuales ejercitar nuestra individualidad y disfrutar del hecho de estar vivos. Pero esos encuentros fácilmente se evaporan, el devenir diario los entierra y nuestra memoria los desecha para hacer lugar a cuestiones “más importantes”.

Estás cuestiones tienen que ver, por supuesto, con el trajín diario para procurarse la propia subsistencia. El accionar económico, el homo economicus que es el que termino imponiéndose por encima de los demás homo sapiens.  La humanidad está sometida a la economía. Así que, olvídense de la libertad. Por el momento es tan sólo una quimera encadenada.

Al hombre, como si fuera un caballo con sus gringolas, le fueron arrebatadas sus horas, y no puede ver otra cosa que esa meta monetaria que se aleja cada vez más y más.

El tiempo humano fue expropiado por la economía. Y por añadidura, todo lo que ese tiempo construye –las relaciones interpersonales-, todos esos edificios sólidos que requieren de los cimientos apropiados, no se vuelven más que endebles estructuras que ceden ante el movimiento más insignificante.

Esta visión economicista hace rato que desbordó su medio ambiente original –el mercado– para impregnar las otras dimensiones humanas y cosificarlas. Hizo de la familia un mercado, del círculo de amigos también un mercado, y de las relaciones desinteresadas un simple intercambio con miras a la usura.

La batalla por sobrevivir primero e intentar vivir después, y por sobre todo, no caer, es lo que me ha alejado de mucha gente. Y sé que muchos también están en lo mismo.

Así, me lamento, cómo se me escurren esas personas a las que en su momento prodigué tanto cariño. O al menos, cómo desaparecen de mi camino esas personas que si bien no aportaron cuantitativamente, sí lo hicieron cualitativamente. Esos seres que hacen olvidar las malas noticias de todos los días, y que otorgan una esperanza incalculable en nuestra especie.

Pero tengo que ponerme una meta: un café, un encuentro, una salida, una llamada.

Espero conseguirlo.

Recobrar el sentido humanista de la vida. 

Porque ser estúpido y reírse, disfrutando de lo pequeño y sencillo, es algo que solo los inteligentes y los libertos pueden hacer. 

domingo, 21 de abril de 2013

Soundtrack sin película, el único divorcio que sale siempre bien.

Se dice (o al menos digo yo) que los mejores soundtracks son aquellos que tienen autonomía con respecto a las películas que acompañan. Este es uno de ellos. Jamás he visto la película, pero no es para nada necesario.

La música recrea la película con una majestuosidad que hace redundante cualquier acompañamiento visual. ¿A cuál película me refiero? A cualquier película que podamos concebir mientras nos dejemos llevar por la música.

Clint Mansell. A veces me pueden hartar un poco sus arpegios monotemáticos minimalistas, otras a veces me cansan y no logro entender en qué idioma musical me está hablando. Pero en otras muchas ocasiones, sus arpegios y la sencillez de sus piezas adquieren tanta contundencia, que es como si la música hubiese sido escrita para que yo la interprete en silencio, con mis oídos. Es en estas circunstancias que adquiero una gran intimidad con su música.

Veré "The Fountain", pero no me voy a apresurar en hacerlo. No quiero aún perder la magia auditiva de Clint Mansell.

El álbum completo podrá encontrarse en Grooveshark, pero les dejo un adelanto con este video:



martes, 16 de abril de 2013

Vista normándica del Atlas rebelde: "Crítica" amateur de La Rebelión de Atlas por Ayn Rand.


He finalizado la lectura de esta novela obesísima - con mil y pico de páginas- y tal suceso no podía ser ignorado en mi historia. Necesito dar una vista atrás, recapacitar si tales meses invertidos (en total, sumando y restando, estimo que resultaron casi 2 meses) fueron desperdiciados o valederos.

Primero que nada, ¿por qué emprendí esta gimnasia ocular? “La rebelión de Atlas” (de ahora en más LRDA) no tiene una especial importancia en la historia de la literatura -seamos sinceros- pero sí en la pugna ideológica del siglo XX. Ayn Rand ante todo fue una filósofa e ideóloga, no una malabarista de la ficción, y todas sus obras se encaminaron, no al goce estético ni al entretenimiento intelectual, sino a la propaganda. ¡Y qué más que “La rebelión de Atlas”, su ópera prima!

Pero no quisiera abordar ahora el “Objetivismo” (sistema filosófico) construido por Rand. Quisiera dar un vistazo más bien literario a lo que fue LRDA, si es que eso es posible. Pero me temo que no lo es. He buscado críticas que aborden la literatura (no la ideología) dentro de esta mini-necrópolis de árboles, pero las he encontrado muy pocas y demasiado breves.

Es que no es posible. En primerísimo lugar: LRDA NO es en realidad una novela, aunque aparente serlo. Es un manifiesto ideológico disfrazado, “novelizado”. Pero no una novela, u obra literaria per se.

La apariencia de novela sirve apenas como un vehículo, un mero instrumento, para que Rand ilustre su credo, y como tal, todo recurso literario empleado está subordinado al objetivo real propagandístico de este escrito mayúsculo.

Si a algo pudiera compararse LRDA, no es a una novela de Orwell o Kafka, sino a la Biblia cristiana o al Corán; es decir, a un texto religioso. No porque el ideario randiano sea similar al cristiano o musulmán –muy por el contrario-, sino porque este libro se encuentra lleno de recitaciones, prédicas, redundancias, diálogos altisonantes e inverosímiles, y más aún: personajes tan similares unos a otros que parecieran ser “clonados” o “calcados”.

Por otra parte, el libro sí es empleado como una especie de “escrito sagrado” entre los cultores de Rand, y de los defensores del capitalismo laissez-faire más radical. Aquí, en esta obra, la autora emplea personajes y situaciones que ejemplifican y ponen en acción su filosofía. Aunque en la práctica nos encontramos, la mayor parte de las veces, con sermones –no precisamente cristianos – de varias páginas de extensión, en donde se exaltan los postulados objetivistas, siendo los más citados el egoísmo y el capitalismo.

Los personajes

Empecé entusiasmándome por la protagonista Dagny Taggart: esa mujer fuerte e inteligente que es la directora de facto de la Taggart Transcontinental – sí, es una chica de alcurnia. Luego por Francisco D’Anconia, de más alcurnia que Dagny. Ambos me compraron desde el principio por sus caracteres rebeldes y sobresalientes. En especial la heredera Taggart: fue una gratísima sorpresa para mí encontrarme con un personaje femenino de tanto porte, para una época en donde la mujer es apenas un adorno del escenario.  

Y desde aquí comienzo a pintar mis impresiones no tan positivas. Aunque cada personaje  demostró cierta individualidad al principio, todos a la larga terminan siendo clones unos de otros, pese a las diferencias de género, nombre y profesión.

Dagny Taggart, Hank Rearden, Francisco D’Anconia, John Galt, Ragnar Danneskjöld, Midas Mulligan, Ellis Wyatt, es decir, todos los Atlas, son iguales. Piensan, actúan, sienten y se expresan igual. Lo que los distingue es, por supuesto sus nombres, y las relaciones que asumen entre ellos. Ellos son los Atlas, los superhombres (incluyo a las mujeres) capitalistas: los empresarios, las élites. Los practicantes del egoísmo y los opositores y exterminadores de toda forma de altruismo.

Una conversación entre los Atlas puede parecer más bien un monólogo. Las mismas expresiones que uno encuentra en un Atlas, son repetidas hasta el hartazgo por todos los demás Atlas en las páginas siguientes (“compruebe sus premisas”, “la realidad existe”). El vocabulario es el mismo, los sentimientos y pensamientos son calcados y coincidentes siempre.

Quizás Rand no quería personajes que brillen por su individualidad compleja y realista. No quería personajes conflictivos humanamente, con defectos y limitaciones. Rand quería, a lo mejor, arquetipos, dioses, que sirvan solo como transmisores de la Verdad Revelada objetivista.

Así como todos los Atlas son clones, los villanos: los “saqueadores”, colectivistas, altruistas, son todos igual de patéticos. No existen claroscuros: todos es blanco o negro. Los capitalistas, héroes individualistas, dioses  vs los saqueadores, colectivistas altruistas. Para los dioses,” la realidad existe”, y lo repiten cual martilleo insistente. Para los saqueadores, “la realidad es una ilusión”, y también lo repiten monótonamente.  Por ningún lado nos salvamos del concierto de loros.

Y por supuesto, no pueden faltar quienes estén en medio: los comunes, quienes deben elegir entre los dos bandos planteados. Estos ‘comunes’ son los hombres-ganado: los empleados, la clase media mediocre, los obreros más despreciables aún por ser remedos de humanos, apenas distinguibles de los animales. Son esas vidas que siempre deben ‘sacrificarse’, porque no valen la pena y no merecen existir – que es lo que Rand nos da a entender explícitamente cuando hace el recuento de los insignificantes pasajeros que van a morir en el tren, en la parte 2 del libro terminando el capítulo 7 –.

Entre los ‘comunes’ debo citar a Eddie Williers, el hombre mediocre más importante del libro, quien toma partido incondicional por los Atlas, hasta el punto de no importarle su propia vida. Eddie Willers es empleado de la Taggart Transcontinental y está secretamente enamorado de Dagny, y desde luego que no la merece. Dagny es una diosa, un arquetipo, sólo puede estar en los brazos de sus iguales: los Atlas Francisco D’Anconia, Hank Rearden y, por sobre todo, John Galt.  Jamás va a mirar a un empleado a quien da órdenes, que ha nacido para ser mandado. Un ser humano de segunda que solo sirve de apoyo a los grandes visionarios que son los Atlas. 

Así, en realidad pareciera que los personajes no existieran como entidades individuales, sino apenas como partes del todo que los representa. Los Atlas no serían más que emanaciones del Atlas ideal, los saqueadores no son más que reflejos del Saqueador último.  Y los comunes, homúnculos que proceden del barro homogéneo que los parió.

Los géneros dentro de la Rebelión de Atlas

Ayn Rand quiso incluir elementos de diversos géneros en LRDA: a menudo nos encontramos con romance, en otros momentos vemos algún que otro atisbo de ciencia ficción, y una pizca de episodios detectivescos. Todo en un envoltorio distópico.  Se pretendió armar una sopa con el fin de, muy seguramente, otorgar una variedad que haga más o menos interesante la filosofía para los tiempos en que se publicó originalmente.

Romance

En cuanto a romance, en todas las parejas relevantes que vemos figura Dagny Taggart: Dagny/Francisco; Dagny/Hank y por último Dagny/Galt.  En los diálogos de amor entre estos personajes se nota (con mayúscula) que Rand fue guionista de cine en su época –allí por los 40, 50- puesto que encontramos enunciados clichés-dramáticos propios del cine de esas décadas, pero con añadidos filosóficos objetivistas
.
La búsqueda de amor y placer de Dagny da para un ensayo autónomo, que no pretendo hacerlo yo ahora. Dagny debuta en el amor con su amigo de la infancia Francisco D’Anconia, también heredero de una poderosa empresa. Ambos emprendían aventuras infantiles donde fantaseaban sobre su futuro como importantes titanes de la industria, todo con miras a honrar a sus respectivos antepasados: Nathaniel Taggart y Sebastián D’Anconia, forjadores de sus respectivas fortunas familiares.

Francisco, en cierta manera, representa la infancia de Dagny. Es su mentor, y con él –y gracias a él – empieza a elaborar su filosofía de vida individualista, que mantendrá de por vida. La juventud -y sus consecuentes responsabilidades como herederos- termina separándolos; y unos años más tarde, Dagny vuelve a encontrar a Francisco, pero esta vez irreconocible. Francisco, quien otrora fuera un orgulloso heredero, inteligente y brillante promesa capitalista, se transforma en un vulgar playboy derrochador, muy para desilusión de Dagny.

Hank Rearden, pareciera simbolizar la juventud de Dagny. En él nuestra protagonista  proyecta su  propio afán por alcanzar sus ideales, buscando una reafirmación para vivir de acuerdo a su propio credo. Hank es la fortaleza que Dagny necesita para hacer frente a los saqueadores. Él es su compañero de lucha, su cómplice, y juntos forman una alianza contra el derrumbe exterior comunista. Sin embargo, Hank es apenas un presente fugaz para ella, un asidero para aguantar mientras el derrumbe pasa,  jamás lo vio como su ideal permanente.

Y finalmente, John Galt, quien resulta ser la resolución y la cúspide de todos los anhelos de Dagny.  John Galt es el paradigma individualista-capitalista masculino para Dagny, la convergencia de lo más sublime y elevado, la más pura inteligencia con la más lejana visión –por algo a la “Atlántida” se la llama también “la Quebrada de Galt-.. Dagny cae rendida ante Galt, sin vacilar siquiera en convertirse en su sirvienta durante un mes. Y, como era de esperarse, Dagny abandona a su anterior amante por Galt.

Ciencia Ficción

La ciencia ficción se presenta fugazmente en el metal de Rearden, pero no es sino hasta las apariciones del motor de Galt y del proyecto X que este género se constituye como una especie de “subplot”.

Pero no lo hace de manera impactante ni verdaderamente relevante.  Estos avances científicos ficticios son meros instrumentos –excusas– para poner en acción la filosofía objetivista. No es ciencia ficción como lo demostró en su momento el gran Asimov, donde la ficción científica sí se convierte en el eje del relato, explotándose todas las implicancias que el avance en cuestión representa en el universo construido en el relato. La ciencia ficción queda relegada aquí, en nuestra novela randiana, a simple fantasía que impulsa a los héroes en su lucha por la sociedad elitista y egoísta que ellos tanto ansían.


Veredicto personal


No todo me pareció “latoso” en este libro, que a simple vista parece un diccionario –por lo voluminoso –.
Reconozco la prosa aguda de Rand, esa prosa que convierte a cualquier oración en una expresión memorable y penetrante, que convence por su despojo de toda artimaña estética, desnudándose así su poder filosófico.

Es una obra que invita a la más crítica reflexión sobre el ideario propuesto por Rand. Ese organismo doctrinario hijo de Aristóteles, Nietzsche, Smith, Locke, y que luego pariría a los actuales paladines pensadores del capitalismo laissez-faire.

Varias de las proposiciones de Rand tampoco son de rechazar a vez primera, sin antes masticarlas bien. Aplaudo su férrea defensa del individuo ante un mundo que intenta disolverlo y manipularlo. Aplaudo además el hecho de que haya sido una mujer intelectual que supo ganarse su lugar a través del solo poder de su intelecto, sin importar su género ni el hecho de haber sido extranjera en la nación que la propulsó (EEUU).

¿Vale la pena esta lectura, según mi perspectiva? Depende. Un GRAN depende. Si uno busca literatura principal y solamente -sin importar las connotaciones ideológicas y políticas-, es decir, si uno sólo busca el placer de una buena historia bellamente narrada y redactada, la respuesta es un NO. LRDA no fue elaborada para tal propósito. Esta es una obra mayoritariamente tediosa, excesivamente extensa, donde se narra, no una atrapante historia estéticamente agradable, sino una exposición doctrinaria y filosófica, simbolizada por elementos novelescos.

Por otro lado, si uno está al tanto de la batalla de ideas de hoy en día, y quiere conocer una de las obras más emblemáticas de uno de los actores ideológicos más influyentes en esta guerra por la cosmovisión de los individuos –guerra  afecta a todas las esferas de nuestras vidas-, la respuesta es un SÍ obligatorio.

Por más de que uno termine rechazando su propuesta vital, es menester conocer primero el ‘sistema’ ideológico manufacturado por Rand leyendo esta novela. Y este sistema, así como “La Rebelión de Atlas” son, más que nada,  consecuencias de la vida y los tiempos de Ayn Rand.

Ayn Rand, una muchacha rusa ilusionada por el sueño americano, sufrió en propia vida las políticas comunistas de la extinta URSS, al expropiarse la farmacia de su padre. Huyó a los EEUU deseando convertirse en una de las guionistas más renombradas de la era dorada de Hollywood, y sin embargo, terminó legándonos una filosofía encerrada en novelas. Esta misma muchacha, que tras padecer el radicalismo soviético, nos hereda otro manifiesto, diametralmente opuesto al comunista, pero tan extremo como éste último. 




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