El estadounidense Edward Joseph Snowden ya
puede decir que ha pasado a la historia. Con tan solo 3 décadas de vida se ha
convertido en el ojo del huracán de uno de los problemas más relevantes de la
actualidad: el espionaje a escala inimaginable de todos los habitantes del
planeta por parte de la única superpotencia. Su historia incluso ha sido
registrada por el documental ganador del Óscar, "Citizenfour".
La trama comienza
en Brasil, cuando el periodista de investigación Glen Greenwald es contactado a
través de la web por un usuario anónimo que afirmaba poseer información
explosiva respecto al servicio de inteligencia más grande de los EEUU, la
National Security Agency (NSA). Meses después, el mismo usuario contacta
también a la cineasta estadounidense Laura Poitras. La audiovisualista, con
numerosos documentales críticos a la política exterior norteamericana en su
haber, ya había sido varias veces premiada por sus polémicos trabajos
documentando las realidades de las guerras en Afganistán e Irak.
El alias escogido
por el usuario desconocido para tales contactos, en extremo cautos, fue
"Citizenfour".
Todo esto suena
como una obra maestra del cine de espionaje o como un maravilloso thriller
escrito por la pluma diestra de los novelistas de más renombre del género. Pero
ocurrió. Y fue documentado por diversos diarios alrededor del mundo. No
obstante, el periódico británico, The Guardian, fue el que tuvo la primicia.
Edward Snowden,
"citizenfour", dista mucho de parecer un radical exaltado. Tiene un
hablar pausado y una actitud de calma, aún a sabiendas de ser el blanco del
país más poderoso del orbe. En los Estados Unidos, el debate desde junio del
2013 (cuando fueron publicados los reportajes) hasta ahora, es si el
informático, actualmente asilado en Rusia, es un traidor o un héroe.
El que estuvo dentro del Gran Hermano
Snowden trabajaba
como analista de sistemas en una empresa contratista para la NSA y
anteriormente fue empleado de la CIA. El informático se encontraba disfrutando
de una vida de alto poder adquisitivo, con una lujosa casa en Hawaii que
alquilaba junto a su novia. Un día, sin avisar siquiera a familiares y a su
pareja, agarra sus cosas y va a Hong Kong. Allí en una habitación de hotel, con
vista a la magnífica ciudad futurista, toma la decisión más peligrosa de su
vida. Renunciaría a una vida de comodidades, a su patria y seres queridos, por
revelar secretos de Estado a dos periodistas de uno de los diarios de más
renombre en el mundo y a una directora de cine con el anatema de los EEUU.
Los Estados
Unidos cuentan con 17 agencias de inteligencia, siendo la más grande la Agencia
de Seguridad Nacional o NSA (tres veces mayor a la propia y reconocidísima
CIA). Se estima que el gasto anual de tales organismos gubernamentales, en
total, asciende a los 75 mil millones de dólares anuales, aunque las cifras no
son precisas debido al extremo secretismo en que operan.
La NSA,
establecida en 1952, en realidad funciona como una agencia de contrainteligencia
dedicada al ámbito doméstico. Mas la NSA no es la única agencia de
contrainteligencia norteamericana pero sí la más grande. Es en el entorno
internacional donde operan la CIA (Agencia Central de Inteligencia) junto con
otros organismos.
Snowden tuvo la oportunidad de trabajar tanto
para la afamada CIA como para la NSA.
Con la primera agencia pudo ejercer labores en Suiza como experto tecnológico.
Ya en el 2009 se introduce en la NSA y es allí donde se expone a, no solamente
los secretos de norteamericanos comunes y corrientes, sino a las realidades del
espionaje industrial y político con injerencia en los gobiernos y ciudadanos de
otros países.
“Constantemente
escuchamos la frase ‘seguridad nacional’ pero cuando el Estado comienza a
interceptar masivamente las comunicaciones, arrebatándolas por la fuerza, sin
órdenes judiciales, sin sospechas, sin procedimientos, sin demostración de
causa probable, ¿están ellos realmente protegiendo la seguridad nacional o
están protegiendo la seguridad estatal?”
“[…]
Ahora disponemos de una institución [la NSA] que se ha vuelto tan poderosa que
puede elegir cómodamente sus propias autoridades sin la intervención del país,
sin la intervención del público, sin la intervención de nuestros representantes
electos y sin la intervención del poder judicial, y esta es una situación
terrorífica –al menos para mí”.
Palabras de Edward Snowden a periodistas de
The Guardian el 18 de julio del 2014.
Las referencias a
la novela cumbre de George Orwell son insoslayables y el estadounidense se
muestra más pesimista que la misma realidad reflejada en las páginas de 1984. “Es un libro importante pero no debemos limitarnos a la imaginación del
autor. El tiempo nos ha mostrado que el mundo es más impredecible y peligroso
que eso”. El Gran Hermano dispone en la actualidad de herramientas
inimaginables en la época en que el libro fue escrito. Teléfonos inteligentes (smartphones), redes sociales, drones,
webcams, etc.
El poderío de las
agencias de inteligencia, según los dichos de Snowden, desconoce fronteras y
hasta leyes. Como los cables lo han revelado: gobiernos alrededor del mundo se
vieron vigilados por la agencia norteamericana y ello ha suscitado una cadena
de reacciones y acalorados debates en el ámbito internacional. ¿Existen límites
a respetar? ¿Qué es y no es la defensa de la seguridad nacional?
La Inteligencia puesta en entredicho
¿Son Edward Snowden, Julian Assange y Chelsea Manning simples terroristas
con fines escabrosos al servicio de los enemigos de los EEUU? ¿Son íconos de la
libertad? Para definiciones bien claras seguramente deberemos esperar el
veredicto de historiadores y especialistas venideros. Mas estas tres figuras:
el informático exespía, el fundador de Wikileaks, y la exsoldado ahora en
prisión por revelar secretos del gobierno estadounidense, son representativas
de una compleja situación que estamos viviendo.
El Washington Post realizó un reportaje, cuatro años atrás, en donde
resalta, entre varias situaciones, cómo las funciones de las numerosas agencias
de inteligencia estadounidenses se superponen. El incremento de funcionarios,
organismos gubernamentales y empresas privadas contratadas por las varias
agencias, ha sido dramáticamente exponencial desde los sucesos del 9/11. Sin
embargo, el presupuesto empleado para tal efecto no está disponible para el
conocimiento ni del ciudadano común ni de los medios de prensa. Los medios
apenas hacen estimativos y además, se han desatado escándalos como la ‘compra’
de funcionarios públicos afganos por la CIA en el 2013 que fue publicado por el
New York Times.
Esta situación peliaguda plantea interesantes replanteos en torno a los
conceptos de democracia, el Estado de Derecho y la transparencia en el acceso a
la información pública en el país más poderoso del mundo: los Estados Unidos.
Mas el alcance de esta problemática no es solo nacional: el carácter
hipertrofiado de la vigilancia masiva, que desconoce leyes y fronteras, es algo
que necesariamente debe ser abordado por las naciones para imponer mesura y
respeto. Edward Snowden muy posiblemente no se encuentre en los extremos de
héroe o traidor, sino que quizá haya desempeñado un papel de catalizador de una
situación que de una u otra manera iba a emerger para introducir el
cuestionamiento a las diferentes invasiones a la privacidad a las que
diariamente nos vemos sometidos los ciudadanos del mundo.
Norma Flores Allende
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