viernes, 30 de enero de 2015

Ella, la del semblante surcado.

¿Por qué los años parecen iguales? me preguntó Ella, siempre tiesa. Yo le respondí con un recuerdo. 

Ella, joven, sorbiendo un café matinal. 

Ella, disfrutando del invierno. 

Ella, riéndose como si el mañana ni el ayer existiesen. 

Así nos perpetuábamos en nuestros años mozos. 

Ahora Ella ha desgastado la geografía de su cuerpo y yo, el anciano que la acompaña, la contemplo desde esa felicidad almacenada que no perecerá jamás. 

Juntos hemos de abandonar este último invierno.


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